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quarta-feira, 8 de fevereiro de 2017

El místico auténtico por Luce López-Baralt

"Un místico auténtico siempre está movido a compasión por los demás; es algo automático, a manera de un resultado directo que nace de la experiencia mística. La persona queda inflamada de amor de tal manera que ama y abraza a todos los seres: cuando se ha conocido el Amor absoluto, éste sigue reverberando para siempre en la psique del místico, y lo dispone siempre al servicio a los demás. 

´Por sus obras los conoceréis`, decía Santa Teresa, y repetía William James. Es nuestra manera pragmática y eficaz de diferenciar al místico auténtico del desequilibrado emocional que tiene visiones y del drogadicto que las procura con estupefacientes artificiales. 

Cada místico, de otra parte, expresa ese amor a los demás de maneras distintas. A veces, lo hace de manera dramática: intenta redimir un país o conjurar la injusticia social (como hicieron San Francisco de Asís, Santa Teresa de Calcuta, Santa Catalina de Siena, Ernesto Cardenal, incluso Thomas Merton); otras veces, funda o reforma una orden religiosa (ahí están San Benito y los Reformadores del Carmelo).

 Otras veces, en cambio, como dice el refrán oriental, el místico asume que ´después de la iluminación, hay que seguir fregando los platos`. Es decir, a seguir sirviendo desde el nicho en el cual la vocación ha llevado a cada cual. Pienso que enseñar puede ser un acto sacramental, apoyar a un deprimido en un momento vulnerable, trabajar para la reconciliación de la incomprensión humana. 

Como decía Teilhard de Chardin, la santificación personal consiste en explorar los propios dones, la propia vocación. De ahí que ejercer la vocación propia siempre implique una felicidad muy profunda. 


El místico no siempre tiene que convertirse en un ´héroe notorio, sino servir desde su espacio vital.”

Luce López-Baralt

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